Sunday, January 21, 2007

Guy

Venia de Paris. Habia estado presente en los seminarios de Jaques Lacan a partir del año 70 y pico. Y yo habia ido , toda emocionada, Pensando que iba a ver alguien que fue parte de esa historia que leo y releo. Alguien que habia estado en la crême de la crême. Pero Guy hablaba de cosas inentendibles , tan alejadas del quehacer diario ,de la clinica de cada día. Guy parecía ajeno al sol que se desparramaba por la terraza de esa casona vieja , de los cantos que se escuchaban a través de la puerta.Parecía un ser de otro planeta hablando un metalenguaje criptico que unos pocos,sólos iluminados comprendían. Como si quisiera quedarse él con todo el pastel y no repartir nada. Como si no le corriese sangre por las venas. Me retiré entonces , con esa desilución de no haber podido preguntar nada , de no haber podido aprender , aprehender , ni un ápice de ese discurso monocorde.Pensando qué clase de transmisor es alguien, que no queriendo transmitir , genera esa suerte de desencanto y desmotivación en alguno de sus oyentes. El Paris de los 70 , tantas veces por mi fantaseado , se me dibujó como una manga de papanatas , discutiendo , tan ajenos al sufrimiento de la gente.

2 Comments:

At 11:59 AM, Blogger batafaluga said...

También he soñado en habitar ese París, el de un Vila Matas jovencísimo habitando la buhardilla de una Marguerite Duras madurita, emulando su adorado Heminway de París era una fiesta...Ana, estoy segura de que por críptico que te resultara su discurso aprendiste algo valioso: que el lenguaje se creó para comunicarse, las disciplinas para curarnos mutuamente, y que lamentablemente a menudo los que más saben, más se pierden en el laberinto absurdo de los conceptos! quizá no repetir su error es también aprendizaje.

 
At 7:04 AM, Blogger ladelafoto said...

Estoy totalmente de acuerdo. Y es que las clases magistrales y los grandes especialistas a veces no son capaces de transmitir. Y en un trabajo fundado básicamente en la comunicación y en la comunión entre las personas hace falta que perviva la empatía y no tanta egolatría.

 

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